Bar Brusi
En Brusi el calendario se ha congelado en la década de los setenta. Se agradece tamaño islote de autenticidad en el epicentro de la marabunta guiri. Ni un solo turista se atreve con él, y que así sea hasta el fin de los tiempos.
¡Que la cocina casera de la señora Montserrat no se pervierta! En este bar-restaurante, los ataques de gula se resuelven con la alquimia de la mestressa.
Tortilla de calabacín suprema, una butifarra con champiñones irresistible, arroces de guerrilla para mediodías tontos... De todos modos, si no hundes la nariz en su legendaria ración de callos, cometerás uno de los mayores errores de tu vida: otra liga.